Aporte de la periodista científica Inna Vorobei
Algún día el ser humano tendrá que combatir el ruido de forma implacable como ha combatido el cólera o la peste. – Robert Koch
En el fondo del océano, lugar al cual no llega la luz solar, imperan las ondas de sonido. Estas ondas se propagan cinco veces más rápido en el agua que en el aire. Por ello, el tener un buen oído en este hábitat desempeña un papel más importante que el tener buena vista. Las ballenas y los delfines se orientan, buscan alimentos, cazan, se comunican, encuentran pareja para aparearse y evitan a los depredadores usando la ecolocación – todos los ámbitos de sus vidas dependen del sentido del oído. Las especies marinas con problemas auditivos tienen muy pocas posibilidades de supervivencia; el animal está condenado a morir de hambre o a ser devorado por algún depredador. Algo similar les ocurre cuando el ser humano les obstaculiza en la percepción del sonido de los alrededores. Una excesiva contaminación acústica es una de las mayores amenazas para las ballenas u otros mamíferos marinos. Esta situación les causa enfermedades o incluso la muerte; les provoca un cambio en su comportamiento habitual y el abandono de su hábitat natural.
En las últimas décadas el ruido ambiental en los océanos del mundo ha sufrido un cambio dramático. La infinidad de ruidos molestos que el ser humano produce con su tecnología destruyen la armonía natural y perjudican a la vida marina en todo el mundo. Las ballenas y los delfines reaccionan de manera muy sensible a la contaminación acústica. Para entender cómo sufren estos animales con al ruido, nos ayudará fijarnos en nosotros mismos. De hecho ya un nivel bajo de ruido nos produce estrés psíquico y físico, el cual repercute negativamente en la tensión arterial, la frecuencia y el gasto cardíaco. El umbral del dolor para el ser humano se sitúa en 130 dB, por encima de ese nivel de decibelios existe riesgo de lesiones y con 150 dB el tímpano puede reventarse. Además no existe la posibilidad de habituarse al ruido. Esto mismo les ocurre a las ballenas, sin embargo a diferencia del hombre éstas no pueden marcharse, cerrar la puerta o utilizar tapones para los oídos.
El ruido perjudica su comunicación, en tanto que interfiere en sus señales acústicas ( „ las disfrazan“). Los animales no se oyen entre sí o se oyen peor y ello les obliga a llamarse más fuerte, lo cual les supone más fuerza y energía. Si las hembras no oyen la llamada de los machos o de las crías, la reproducción puede resultar perjudicada y de esta forma la población de estos mamíferos. Una ballena sorda no puede orientarse ni cazar. El estrés producido por el ruido puede conllevar que los animales eviten las vías migratorias habituales y los lugares comunes de apareamiento. Estos animales dejan de cazar y comer y se vuelven propensos a las enfermedades. Además la contaminación acústica produce lesiones físicas en el aparato auditivo y otros órganos internos, lo cual puede provocar la sordera e incluso llevarlos a la muerte.
En el año 2006 se encontraron en las Islas Canarias en el área del Hierro y La Gomera cinco ballenas varadas muertas. Todas estas ballenas estaban completamente sanas. Por lo tanto, ¿qué fue lo que causó esta situación? Se sospecha de los sonares militares debido a que ya en los años 2002 y 2004 también aparecieron ballenas varadas en el marco de operaciones militares de la OTAN al norte de las Islas Canarias. En aquel momento murieron varias ballenas y se pudo constatar una interrelación entre los ejercicios militares con los sonares y la muerte de estos animales.
Los dispositivos sonares emiten ondas de sonido en una frecuencia de entre 100 a 500 hercios para localizar submarinos. Las ondas emitidas tienen una intensidad de sonido de 200 decibelios y se propagan en el mar hasta una dimensión de 800.000 kilómetros cuadrados. El año 2002 se encontraron varias ballenas muertas al este de las Islas Canarias y en 14 ejemplares de ballenas picudas se observó que habían sufrido hemorragias en los oídos. La autopsia mostró evidencias de la enfermedad por descompresión ( o enfermedad de los buzos). Esta enfermedad se produce cuando los animales suben demasiado rápido a la superficie del agua. El cambio de presión produce burbujas de gas nitrógeno mortales que obstruyen los vasos sanguíneos. Los delfines y las ballenas, en especial las ballenas picudas, son buenos buceadores y no suelen tener problemas para compensar la presión. Pero se han solido encontrar en ballenas muertas burbujas en el cerebro y en el hígado, coágulos de grasa en la sangre y en el cerebro, en el hígado, en los pulmones y en los riñones, así como tejidos con hemorragias. La explicación al respecto fue que les entró pánico y por ello emergieron desde una gran profundidad muy rápido a la superficie. ¿ Pero, por qué sucedió esto? Las ondas de los sonares impactan con mucha fuerza también con las ballenas. Esto resulta comparable con el estruendo de un caza a un metro de distancia.
Los sonares militares causaron numerosos varamientos de ballenas en todo el mundo: en Grecia en el Golfo de Kyparissiakos (1996), en las Islas Canarias (1985, 1986, 1989, 2002, 2004), en las Islas Vírgenes (1998,1999), en Madeira (2000), en la zona fronteriza entre EEUU y Canadá (2003), en Carolina del Norte (2005) y frente a la costa del Pacífico (2005). En el año 2004 el ministerio de defensa español anunció la prohibición de realizar pruebas con la utilización de sonares activos en un perímetro de 50 millas náuticas frente a la costa de las Islas Canarias. Desde entonces no ha vuelto a haber ningún varamiento de ballenas.
Los petroleros, los barcos mercantes, los barcos de recreo, los botes privados, pero también, por ejemplo, las motos de agua, causan la mayoría del ruido en el mar. El tráfico marítimo en los mares aumenta continuamente desde hace décadas. El ruido de los barcos lo producen sobre todo las hélices. Éstas crean miles de burbujas minúsculas en el agua que revientan. La cavitación de las hélices supone la causa principal del ruido. El tráfico marítimo comercial ocasiona un nivel de presión acústica de entre 140 y 195 dB, lo cual puede dejar a una ballena sorda. Por eso no oyen a un barco que se acerca y pierden la orientación colisionando con ellos. Esto ocurre frecuentemente en las aguas de las Islas Canarias, donde hay un gran número de ferrys que navegan a gran velocidad. Los cascos afilados de los catamaranes pueden seccionar sin dificultad a los animales y en la costa, en función de las corrientes pueden encontrarse animales seccionados o partes de éstos existiendo además un gran número de casos en los que ni se ha comprobado el motivo de estos accidentes.
Los sonidos más fuertes que el ser humano produce en el mar son las ondas de los cañones de aire ( air-guns) utilizados para los estudios sísmicos del fondo marino; esta es la manera mediante la cual se busca gas o petróleo. Para este fin los 12-48 cañones de aire que los barcos remolcan, emiten ondas sonoras producidas por el aire a presión que penetran en la corteza terrestre y cuyo eco se graba. El sonido es de 295 dB. Una onda sonora es tan potente que mata no sólo a las ballenas sino también a todos los seres vivos del entorno inmediato. Cada 10 ó 15 segundos se disparan estas ondas durante días, semanas o meses, las cuales se pueden oír incluso a una distancia de miles de kilómetros. Esta contaminación acústica se agrava aún más por las perforaciones, por las obras, por las explosiones bajo el mar, los dispositivos disuasorios acústicos o las plantas petrolíferas o de gas.
En el año 2015 la macroempresa petrolera Repsol renunció a seguir con la exploración petrolífera en las Islas Canarias debido a las protestas de la ciudadanía. Según Repsol las pruebas que se hicieron mediante perforaciones indicaron que no había ni suficiente petróleo ni gas. Ello significa que en un futuro, por lo menos de forma oficial, no habrá ni ondas sonoras ni perforaciones que amenacen a los seres vivos del mar en esta zona. Sin embargo, el 22 de octubre del 2017 dos grupos de buceadores profesionales oyeron ondas sonoras en las aguas de Fuerteventura y Lanzarote cada 8 segundos. Estos buceadores están seguros de que se trataba de un buque que faenaba en el mismo lugar donde Repsol perforaba buscando petróleo o gas. El Gobierno español previa petición se opuso a llevar a cabo investigaciones en la zona.
– para todas las actividades que generan ruido debe de realizarse una evaluación del impacto ambiental
– deben definirse y respetarse los límites máximos de ruido
– que no haya ruido en las zonas sensibles y en las áreas protegidas
– reducir la velocidad de los barcos
– las empresas deben de utilizar las mejores tecnologías para reducir o eliminar la contaminación acústica
https://www.greenpeace.de/themen/artenvielfalt/meeressauger/unterwasserlarm-wale-im-dauerstress